24.1.06

Impertinente

El Captain (Capitán de Navío, Coronel) Carpenter, que dirigió el 23 de septiembre de 1918 el golpe de mano de la Royal Navy británica contra la base naval de Zeebrugge (Puerto Brujas, Bélgica), entonces avispero de destructores y submarinos alemanes, contestó a la pregunta del entrevistador, Tte. Keble Bell, que a su parecer, el ataque, más que “audaz”, fue “impertinente” (pues se realizó saliendo de Inglaterra en pleno día y con una heterogénea flotilla de remolcadores, viejos buques y lanchas motoras, contra el corazón del dispositivo alemán).

Pues así me veo definiendo las declaraciones del Tte. General Mena para nuestros políticos. Los de ambos bandos lo han apartado. Unos porque mandan y han tenido poder para callarlo. Los otros porque no han visto sus opiniones “oportunas”. El discurso, leído con tranquilidad, no tiene nada de amenazante ni de ruido de sables. No. Es impertinente porque nos recuerda que con todos liados en cambiar la Constitución (o saltársela a la torera), el sistema no ha sido capaz de definir cuál es el mecanismo que dispara para las Fuerzas Armadas la obligación de garantizar la unidad de España, y no debemos olvidar que los “Padres de la Constitución” otorgaron a las Fuerzas Armadas la misión de ser garantes de esa unidad.

He leído que la labor de las Fuerzas Armadas es defender el orden constitucional, en función de lo que le ordene el gobierno y no defender la “España de los Reyes Católicos”. Pues No. El artículo octavo es preciso. Sencillamente, nuestros políticos no han definido el mecanismo por el que invocar esa garantía. No han hecho los deberes.

Sobre el Tte. General se ha dicho de todo, menos su biografía. Intelectualmente está por encima de buena parte de los que le critican, de los que le llaman “Salvapatrias” o “Faccioso”. Todos ellos deberían leer su discurso. También deberían leer la “Parábola sobre el General Mena”, que publicó Gustavo Bueno en el diario “La Razón” el 16 de enero de 2006.

Al final, el problema es el de siempre, sin ese mandato de ser garantes y en manos de gobernantes más preocupados por el poder que por los ciudadanos, surge la pregunta de siempre: Quis custodiet ipsos custodes? (¿Quién vigilará a los guardianes?)

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